domingo, 25 de septiembre de 2011

clarooscuro

Clarooscuro

Encontrar en el rincón del clarooscuro la marioneta vieja y oxidada queriendo mover inútilmente sus piernas para salir, ahí entonces depositar el resultado de tantos días inconexos, de tantos segundos que duraron lo que duran los muertos. Una fría eternidad, una desolada perennidad que envejece lentamente y se convierte en gusanos, aullamos y nuestros dedos dejan ver el hueso y ahí puedes dibujar la raíz de tus deseos que forman un árbol con diminutos pasajeros que susurran un confuso credo y mientras el corro sigue su conjuro, la marioneta se levanta como si las palabras le insuflaran un pedazo de vida que se cuela entre sus clavijas, y frente a este esqueleto de movimientos torpes el árbol se va marchitando hasta hacerse leños triturados por el tiempo y que se incendian con la fuerza de una lágrima rota que brota por algún recoveco de esa piel que se posa en la coraza del ser que ya no es solo una marioneta sino una nueva presencia que te mira despidiéndose de tu reflejo que como el del vampiro va desapareciendo hasta quedarte perdido en ese espacio comprimido y ves a la marioneta moverse perfectamente, la ves como por una ventana y en ese marco ilusorio agarra tu ropa, uno a uno abrocha los botones de tu camisa favorita, tiene el mismo color de tus ojos y amarra los cordones de sus zapatos igual como aprendiste tu a hacerlo de niño, luego hace una señal en su frente y se retira mientras miras como tu piel se derrite y tú carne se hace papel y los huesos tras ese papel llenan la estancia de un polvo que en el clarooscuro va formando una figura quieta, impavida... casi eterea

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